MIME-Version: 1.0 Content-Location: file:///C:/89091961/LaCamocha.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="us-ascii" La Camocha, 50 años de historia

 

La Camocha= , 50 años de historia

 

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Se cumple medio si= glo de la huelga de 9 días en el pozo gijonés que desafió al franquismo, considerada el mito fundacional del sindicato Comisiones Obrera= s

En enero de 1957 un falangista conocido, un comunista clandestino, un militante católico, un socialista de corazón y un minero sin ideología declarada plantaron durante nueve días cara a la dictadura franquista. Su acción, con el respaldo de casi 1.500 trabajadores de La Camocha, dio origen a un mito: la mina gijo= nesa fue la cuna de Comisiones Obreras.

De aquel conflicto se acaban de cumplir 50 años. En estas cinco décadas la leyenda creció aliment= ada por la literatura de la resistencia. Protagonistas y estudiosos coinciden en calificar aquellos hechos de «mito fundacional» del sindicato. = Pero también comparten que aquella leyenda tiene su historia. Y muchos nombres propios.

Casimiro Bayón González es uno= de ellos. Nacido en 1925 en La Foyaca (Langre= o), se trasladó, como tantos otros mineros de las Cuencas, a trabajar a = La Camocha, emergente explotación hullera de la posguerra. Era trabajador, considerado como buen compañero y con dotes de liderazgo. Además, desde 1950 era militante comunista.

En 1956, el PCE le responsabilizó de canalizar la lucha antifranquista en La Camocha. Y en enero de 1957 se present&oacu= te; la ocasión. «Yo era activo, no estaba fichado y se daban las condiciones necesarias para dar un paso al frente», recuerda Casimiro Bayón en conversación telefónica desde su casa en Camp= ello (Alicante), donde reside desde 1984.

La posguerra asturiana había sido especialmente cruel y larga. La dura epresión y los «fugaos» en el monte retrasaron la articulación de= una oposición sindical y política que plantase cara al franquismo. Antes de 1957, ya se habían generado conflictos laborales, con huelg= as de brazos caídos y con algún resultado exitoso.

Pero en La Camocha de enero de 1957 se daban las condi= ciones necesarias para articular una respuesta más sólida. Las deman= das de los silicóticos, las quejas por el trabajo en las galerías anegadas por el agua y el desacuerdo con el precio de los destajos desencadenó el pulso con la dirección de Solvay, propietaria = de la explotación gijonesa.

Los mineros, sus familias y los habitantes d= e la parroquia gijonesa de Vega, asentados en un hábitat social con sólidos mecanismos de solidaridad, hicieron el resto al respaldar las demandas laborales.

La dirección del PCE apostó po= r la creación de comisiones de trabajadores como mecanismos de interlocución en los conflictos laborales, que orillasen al sindical= ismo vertical franquista. Era su estrategia. Los precedentes de Jerez, Vizcaya y Asturias respaldaban esta fórmula.

Y ahí es donde Casimiro Bayón = toma las riendas. En enero de 1957 se crea la comisión de La Camocha para negoc= iar las demandas de los mineros, en la que se integran trabajadores de prestigio. Es decir, honrados, cumplidores en el tajo y con capacidad de mando. Bay&oacut= e;n compartió ese liderazgo con Gerardo Tenreiro, un falangista gallego que combatió con la División Azul, y con Pedro Galache, un minero sin adscripci&oa= cute;n ideológica conocida, «pero buen orador y mejor persona», recuerda Bayón. Los historiadores sitúan también a otr= os dos trabajadores como integrantes de esta comisión. Se trata de un miembro de las Juventudes Obreras Católicas (JOC) identificado como Francisco «El Quicu» y otro joven m= inero, del que se desconoce su identidad, y considerado un socialista sin carné.

«Nos tenían como gente formal, = seria y trabajadora, con prestigio», puntualiza Bayón, «Tenreiro era más voceras<= span class=3DGramE>,pero daba la cara; Galach= e, un hombre sensato, con formación y con muchísimo prestigio». Aquella «comisión obrera» negoci&oacut= e; durante nueve días las mejoras laborales te representantes de la emp= resa y del Gobierno civil. «Trataron de romper la huelga, diciendo que era política, cosa de los comunistas, pero la gente no se echó pa= ra atrás y todos aguantamos», rememora Bayón.


Al que menos gustaron aquellas acusaciones de comunista fueron al divisionario Gerardo Tenreiro. Ante los directivos de La Camocha y los representantes del Gobierno, el falangista gallego se desabrochó la camisa y mostró las heridas de guerra. «Y les espetó que cómo le podían acusar de comunista a él que habí= ;a ido a luchar con los nazis en la ofensiva contra la Unión Soviética», recuerda Casimiro Bayón.<= /span>

Aquella escena protagonizada por el falangis= ta Tenreiro fue un salvoconducto para el movimiento huel= guista de La Camocha. En<= /st1:PersonName> conflictos posteriores, como las huelgas de 1962, la presencia de personas vinculadas al franquismo y
militantes cristianos en las comisiones de o= breros fue un blindaje de cara a la interlocución con empresarios y autorid= ades de la dictadura.

La huelga fue un éxito y eso abri&oac= ute; las puertas al mito. Tras nueve días de paro, las demandas fueron atendidas. ¿Por qué cedieron? «Porque temían que= se encendiese la chispa y hubiese más conflictos, pero en otras circunstancias no hubiesen cedido», argumenta Casimiro Bayón.<= /span>

Los principales estudiosos del movimiento ob= rero asturiano identifican otros factores que contribuyeron al triunfo del confl= icto de La Camocha: una cultura de resistencia, una nueva generación de mineros jóvenes que se incorporan a la lucha antifranquista (unos de izquier= das, otros de organizaciones católicas), una actitud «flexible&raqu= o; de la empresa ante el
diálogo, la presencia de directivos y técnicos (el ingeniero jefe Jesús Rivas Batalla o el jefe de personal Laudelino Salgado) que abrieron las pu= ertas a trabajadores fichados por su militancia política o sindical, y la existencia de fuertes lazos sociales en la parroquia de Vega, que incluso se extendía a los guardias civiles y sus familias.

Rubén Vega, uno de los historiadores = que con más detalle ha estudiado el movimiento obrero asturiano, conside= ra que «tiene un cierto sentido que se haya escogido La Camocha como el mi= to fundacional de Comisiones Obreras, pero sus promotores nunca hubieran pensa= do ni en el mayor de sus delirios que hubiesen fundado un sindicato».

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«En La Camocha se venció al miedo y vimos q= ue se podía plantar cara a la dictadura» Entrevista a Casimiro Bayón, militante del PCE

Casimiro Bayón resta relevancia a su = rotagonismo personal en la comisión de La Camocha y la cede = toda «al Partido», como denomina al PCE. «Teníamos experiencias previas, pero en La Camocha la estrategia del Partido funcionó a la perfección e inauguró un modelo clave para articular una oposición sindical a la dictadura, se convirtió en un referen= te para el movimiento obrero». 

El veterano militante facilita las claves del éxito del conflicto del pozo gijonés: «Aceptaron la comisión, las reivindicaciones y no hubo detenciones, se termin&oacu= te; con la apatía que existía frente al régimen, se venci&= oacute; al miedo y vimos que se podía plantar cara a la dictadura». 

Y tuvo consecuencias directas en la representación de los mineros del pozo gijonés. El falangista Antonio Pastrana, enlace sindical (denominación franquista de los representantes laborales), fue destituido y relevado por el comunista Casim= iro Bayón, que se hace con la presidencia de la Junta Sindical del Combustible. 

Aquí se produce un cambio. Hasta la f= echa, los sindicatos UGT y CNT habían optado por el boicot a las elecciones controladas por el sindicalismo vertical. Después de La Camocha, la apuest= a fue el entrismo en la organización sindical, aprovechar la legalidad. «Hasta ese momento, y más a los miner= os, no nos entraba en la cabeza participar en el sindicalismo franquista», puntualiza Casimiro Bayón, «después todo cambió = y se convirtió en una estrategia de lucha». 

La oposición a concurrir en las elecc= iones sindicales del franquismo fue una seña de identidad de la UGT y la CNT, mientras que los sindicalistas comunistas y católicos realizaron una firme apuesta por esta fórmula e impulsó el nacimiento de nuevas centrales, cas= o de CC OO y USO. 

El mito de La Camocha fue sólidamente alimentado p= or la cúpula del PCE. Santiago Carrillo y Víctor Claudín, dos de las principales figuras del comunismo español en el exilio, citaron en París a Bayón para que les relatara su experiencia. «Me preguntaban lo de la presencia de falangistas en las comisiones y vieron que era una fórmula acertada para evitar represalias y alcanz= ar los objetivos de los trabajadores». 

La mecha de La Camocha rápidamente se prendió= ; en otros pozos de las Cuencas y en las fábricas de las zonas industrial= es. Se sucedieron los conflictos sindicales en un momento en el que el dictador optó por relevar a algunas «camisas viejas» (en 1957 se produce la salida del Gobierno de José Antonio Girón) e incorporó a los tecnócratas vinculados al Opus Dei, que prepararon el plan de estabilización de 1959 para enterrar la autarquía. 
Pero a la vez, el franquismo endureció= ; su respuesta. Casimiro Bayón fue detenido y despedido al desatarse otro conflicto en la Camoch= a en 1958. De nada le sirvieron las credenciales de enlace sindical. En aquel= la nueva comisión obrera ya figuraban otros militantes comunistas o socialistas, como Marcelo García, presidente del PSOE gijonés. Todos fueron duramente represaliados. Después vino el estallido de 1= 962, «la huelgona», una de las mayores respuestas de los trabajadores al franquismo, la consolidación del n= uevo movimiento sindical, fruto de La Camocha, una leyenda con mucha historia.