Veriña es la parroquia más pequeña del concejo asturiano de Gijón, España

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Un espacio agotado a la espera de la ciudad<= /o:p>

La parroquia, de carácter rural hasta los sesenta, presenta un paisaje malherido por = el polvo que suelta la industria y el ruido de las infraestructuras viarias que ciñen su cintura=

El barrio de Veri&ntil= de;a de Arriba, con los depósitos de agua al fondo. javier granda

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JAVIER GRANDA Con una extensión de 1,5 kilómetros cuadrados, la parroquia de Veriña está localizada en el extremo noroccidental del término municipal, en contigüidad con el casco urbano (que ya extiende sus costuras hasta el límite parroquial) y en vecindad con el concejo de Carreño y = las feligresías gijonesas de Jove, Tremañes<= /span> y Poago. La mayor parte del territorio de la parroquia se asienta en el descenso de la sierra de Torres, en la vertiente= que mira hacia el Este, donde se localiza la mayor parte de su disperso caserío, formando el barrio de Veriña de Arriba. Hacia el Oeste, las cuarcitas de Torres se desploman casi verticalmente, creando un espectacular mirador natural sobre el valle de Aboño. Al pie de este farallón rocoso se localiza el barrio de Veriña de Abajo, l= a otra entidad de población que integra la parroquia, cuyo elemento nuclear= es el conjunto de la estación del ferrocarril y el caserío gesta= do a su vera.
Veriña es hoy un paisaje derrotado. Derrotado por la ind= ustria pesada, que transformó un entorno rural tradicional lleno de vitalid= ad en un paisaje silente, en un entorno medioambientalmente degradado donde el polvillo negro y rojizo que exhalan las chimeneas fabriles tizna las fachad= as de las casas, malheridas por el desánimo. Un pequeño mundo maltratado por el ruido de unas infraestructuras viarias que ciñen c= on fuerza la cintura de la parroquia y que ensombrecieron el viejo caser&iacut= e;o del barrio de la estación.

Hasta la década de los sesenta del si= glo pasado, Veriña era una parroquia de carácter rural, en la que las actividades agroganaderas eran la ocupación principal de sus gentes, aunque, por su emplazamiento en la antesala de la ciudad, acogiese algunas funciones de índole urbana (principalmente pequeños talleres y almacenes), atraídas por = la proximidad al ferrocarril, al puerto de El Musel y por la carretera de Avil= és. La condición rural de este espacio (de la que apenas quedan huellas)= se reflejaba en la dispersión del poblamiento y en su organización a partir de antiguas caserías.

La mayor parte de las viviendas era de una s= ola planta (bien al estilo de la marina o bien de morfología más urbana). Con la implantación de Uninsa (= luego Ensidesa y ahora Arcelor)= , este orden tradicional se resquebrajó y, como certeramente señaló el profesor Felipe Fernández, generó efe= ctos contradictorios y cambios de consideración, no sólo en Veriña, sino en todas las parroquias del valle= de Aboño (Tacones, Fresno, P= oago). El desarrollo industrial afectó directamente al paisaje (con la lesi= va presencia del conjunto fabril), al modo de vida tradicional (con la pérdida de una parte importante del terrazgo productivo con la consiguiente repercusión en las economías familiares), y a la propia calidad de vida de los vecinos, que cambiaron el frescor y la humedad que traía el viento del Oeste por el humo y la polución.

De otro modo, la creciente industrialización de la zona repercutió negativamente en la propia evolución demográfica de la parroquia de Veriña. Si durante la fase de construcci&oacut= e;n del complejo siderúrgico la población se incrementó co= n la llegada de mano de obra dedicada al montaje de la misma (el censo de Veriña pasó de 764 a 860 habitantes = entre 1950 y 1960), a medio plazo, la planta siderúrgica se convirti&oacut= e; en un factor de repulsión social, que explica la progresiva sangría demográfica de la parroquia y, con ella, el carácter marginal que va adquiriendo con el paso del tiempo. Baste pensar que a diciembre de 2007 el número de efectivos era de 178 (10= 5 en el barrio de Veriña de Arriba y 73 en el barrio de Veriña de Abajo); 133 vecinos = menos de los que tenía en el decenio anterior.

En las décadas posteriores a 1960, el carácter industrial de una parte de Veriñ= ;a se consolidó y las instalaciones industriales proliferaron en la zona conocida como Puente-Seco, hasta conformar un pequeño entramado industrial denominado Polígono de La Peñona, = que agrupaba un conjunto de empresas de los sectores del metal y la madera, principalmente. Hoy día, tras las obras de urbanización ejecutadas por la sociedad estatal SEPES (2005-2007), La Peñ= ona -que se extiende hacia Tremañes- es un g= ran espacio industrial de nuevo diseño y con una superficie de unos 300.000 metros cuadrados= , a la espera de ocupación.=
Antes de la catarsis industrial en la se vio inmersa Veriña, la parroquia era conocid= a en todo el concejo de Gijón por su carácter festivo y lúd= ico. En efecto, en el barrio de Veriña de Aba= jo, muy cerca del límite con el concejo de Carreño, se localizaba= el mítico Parque Venecia, un baile-merendero que se hizo muy popular en= tre la juventud de los cuarenta y cincuenta, entre otras razones, por sus románticos paseos en barca sobre las aguas del río Aboño. También tenía fama acredi= tada la romería de San Martín, que se celebraba el 11 de noviembre= en la capilla homónima. Ésta, situada en un altozano sobre el qu= e se divisa buena parte del valle de Aboño (h= oy ocupado por las instalaciones de Arcelor), es la única construcción religiosa de la parroquia, pues Veriña (al igual que Leor= io) carece de templo parroquial. A falta de arquitecturas nobles que singularic= en el paisaje, Veriña tiene un depós= ito de agua de la EMA, que, construido a finales de los setenta con una inusual planta redonda, ha= ce las veces de hito de referencia.=

El futuro inmediato de = Veriña es incierto. Todos los indicadores (dinámica demográfica, desarrollo urbanístico, etcétera) refuerzan la sensació= ;n de que Veriña es un espacio agotado, que camina hacia el ocaso. Tan sólo le resta esperar a que la ciudad envuelva a la parroquia en sus brazos y la integre, con la dulzura de una madre, en su regazo.

Javier Granda es geógrafo.