HUERCES - II

CASA PEREDA

A los habitantes de Casa Pereda, siempre les tuve un afecto especial, ya que pasé momentos muy bonitos en su casa, cuando era niña.

 

Mis abuelos (Luis y Trini), eran muy amigos de Carmen y Sindo, y  las fiestas parroquiales, eran una buena ocasión, para invitar a los amigos  a una buena comida, siempre hecha en casa.

 

Cuando dichas fiestas se celebraban en Samartin, yo acompañaba a mi abuela a Casa Carmen Pereda. Mi abuelo también iba, pero más temprano, pues le gustaba charlar con su amigo Sindo. También había mas invitados, de la ciudad, con lo cual la comida era muy concurrida, y por supuesto apreciada ya que Carmen era una gran cocinera, y se esmeraba para que todos estuviéremos a gusto.

 

Creo recordar que la única niña era yo, y desde luego la mas mimada y contemplada, por todos.

 

Carmen y Sindo tenían un hijo, ya mozo, y era el encargado de entretenme, el pobre. Siempre fui bastante parlanchina, y juguetona, y claro Sindin, (yo siempre lo llamé así), era el que con su santa paciencia, jugaba conmigo.

 

Pero después de comer, el salía con sus amigos. Es mas, tenía que irse a escondidas, porque yo me quedaba llorando, ya que Sindin era el mi “mocin”(mi novio), eso decía yo, para deleite de todos los invitados.Yo rondaba los 6 años, y el tenia como 12 o 15 años mas, y claro está, cuando me preguntaban quien era mi novio, yo contestaba, toda ufana: Sindin. Y claro se partían de risa.

 

Después de muchos años, (ya que emigré con mis padres a Francia) lo volví a ver. Ni el me reconoció, ni yo a el. El recuerdo quedó estancando, por su parte, en una niñita espigada y rubia, con una melena hasta la cintura. El mío, un chico joven.

 

De casualidad, paseando por Samartin, pasé por delante de la casa (chalet) desde luego, no la que yo recordaba, pero tiene un letrero que dice: Casa Pereda. Entré, me di a conocer, una sorpresa para los dos, pero lo mas gracioso de todo, fue cuando llamó a su esposa, para que saliera y decirle quien era. Claro está tampoco me reconoció, pero si se acordaba de que “Sindin era el mi mocin”. Me invitaron a entrar, y pasé una tarde muy agradable, recordando, a sus padres, a mis abuelos, y a mis padres, por desgracia todos fallecidos.

 

Pero que placer es rememorar épocas pasadas y felices, aunque estén impregnadas de melancolia y tristeza por las personas queridas, que ya no están.

 


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